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Freno al racismo: el deporte de élite como catalizador social

De Rodney King a George Floyd; de O.J. Simpson a Colin Kaepernick

Javier A. Muñiz | 3 junio, 2020

Cuando en 1991 siete policías blancos apalearon a un taxista negro en Los Ángeles no se estaban inventado nada. Nada nuevo. Lo cierto es que la historia de los Estados Unidos desde tiempos de la esclavitud está trufada de un racismo estructural que, por desgracia, ha empapado todos sus estamentos. También en Los Ángeles, y especialmente en su Departamento de Policía que, con la perspectiva del tiempo, se había convertido en una banda más. Otra ‘gang’ en una ciudad violenta que inhalaba víctimas y exhalaba odio. De facto, funcionaban como ‘gangsters’ luchando contra los Crips o los Bloods y todo aquel que se les pareciera. Es decir, los negros. Aquel día, mientras golpeaban a Rodney King había un hombre grabando.

Mucho antes, reconocidos deportistas afroamericanos, habían alzado su voz y sus puños, al estilo de los Panteras Negras, para visibilizar el sometimiento que el poder blanco infringía a su comunidad. Lo hicieron Tommie Smith y John Carlos sobre el podio olímpico de México en 1968, mientras sonaba el himno de los Estados Unidos de América. También el que es, para muchos, el mejor boxeador de todos los tiempos, el pionero Muhammad Ali. Figura de relevancia que trascendió su disciplina y luchó, no solo en el cuadrilátero, sino en la esfera social que lo envolvía.

Un asesino absuelto por ser negro

De forma paralela, seguramente uno de los mejores corredores de la historia fútbol americano, O.J. Simpson, le daba la espalda a los suyos de forma explícita, con evasivas públicas, y disfrutaba de la acomodada vida que se había ganado acumulando más yardas que nadie mientras jugaba para los Buffalo Bills.

En 1994 asesinó a su exmujer, Nicole Brown, y a un amigo de ésta, Ronald Goldman, en la que había sido su residencia del acaudalado vecindario de Brentwood, en Los Ángeles. El ADN de las víctimas en el interior de su Ford Bronco y el suyo propio en la escena del crimen no dejaban lugar a dudas. Tampoco una sentencia civil que condenó a Simpson años después del mediático juicio penal en el que fue absuelto. Un proceso mediatizado que paralizó el país y que, gracias a la habilidad del controvertido abogado Johnnie Cochran, se transformó en una cuestión racial. Convirtió un hecho violento con pruebas físicas y con un móvil evidente en una guerra de blancos contra negros.

Asusta comprobar años después cómo la comunidad afroamericana se alienó y se alineó con las tesis de Cochran para defender hasta el extremo a aquel hombre. El mismo que había renegado de las justas causas de los suyos en la ciudad de Los Ángeles, Rodney King incluido, y que solo se relacionaba con la élite blanca. Había asesinado a su mujer, pero un jurado popular, intencionadamente compuesto por una mayoría de negros en la corte del Downtown, le liberó. Quien sabe si por venganza. Desde luego, no en correspondencia con las evidencias científicas.

Tal vez se explique por la figura de Mark Fuhrman, el detective que halló una de las pruebas clave del proceso: un guante ensangrentado supuestamente propiedad de Simpson. Al final, la vía de escape para el poderoso jugador, y por la que Cochram supo conducirle, fue el recalcitrante racismo de Fuhrman, evidenciado con grabaciones durante el proceso y que, había llegado a solicitar en sus años de juventud su traslado a Sudáfrica para poder disparar a negros durante la última época del Apartheid. Una aterradora intención que provocó una idéntica paradoja: Simpson se libró porque era negro.

Colin Kaepernick, una conciencia en paro

No hace tantos años, en 2017, a tenor de casos como el de Rodney King o George Floyd, de nuevo un deportista de élite decidió poner el foco sobre sí mismo para alumbrar los problemas raciales que sufrían los afroamericanos. El quarterback de los San Francisco 49Ers decidió no levantarse durante el himno nacional en los partidos, y permanecer con la rodilla hincada en el suelo en forma de protesta.

Su imagen con el casco bajo el brazo y su pelo ‘afro’ atravesó el planeta y generó una gran controversia. Una parte del país se puso de su lado y apoyó sus reivindicaciones, mientras la otra criticó abiertamente su afrenta a los símbolos. Kaepernick pagó el desafío con el fin de su carrera deportiva. Ninguna franquicia ha querido contratarle tras haber puesto en jaque a la NFL y recibir sonoras reprimendas, entre otros, del presidente Donald Trump. La muerte de King le ha devuelto a la palestra.

Que en la sociedad norteamericana existe un problema de racismo es una realidad incuestionable, y sus fuerzas del orden no son más que una extensión de la misma. Un reflejo. De cualquier modo, las estrellas del deporte de aquel país, de dimensiones interplanetarias, han decidido alzar su voz y denunciar estos excesos generando el aplauso de muchos y, a buen seguro, la crítica velada de otros.

En este punto, cabe cuestionarse si en nuestro país, si en Salamanca por no ir más lejos, se aceptarían como válidas opiniones de deportistas respecto a temas sociales e incluso políticos. ¿Se lo imaginan? Parece claro que la injusticia debe ser denunciada y cuanto más grande sea el altavoz desde el que se haga, mejor. ¿No?

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