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Como la vida misma

‘Lo que da de sí una tirada larga’

Juan Carlos Hernández | 16 junio, 2020

Uno decide lo que quiere, debe o puede hacer y después las cosas van a su ritmo y por donde tú no has decidido y hay que adaptarse. Eso es lo que me ocurrió el sábado en la salida de bici. A las seis y poco arriba, desayuno con calma, que para eso es fin de semana, y salida a la terraza para ver qué iba a hacer de temperatura y viento. Llevábamos un par de días en los que por esas dos cosas, temperatura y viento, más parecía que fuera marzo que junio y por las sensaciones recibidas así iba a ser. 

Por cierto, a una salida de tres horas en otra situación no la llamaría larga, pero, teniendo en cuenta las circunstancias y sobre todo que al ir solo no paro ni un momento y son tres horas reales de pedaleo, hasta que en unos días podamos salir sin tener que estar de vuelta a las 10:00 horas la consideraré larga. Debería ser de más de cuatro horas, aunque en estas el tiempo de pedaleo no son esas cuatro horas porque solemos hacer alguna paradita en el camino para el avituallamiento. Ya queda menos para volver a retomar esas rutas en grupo.

Pues bien, que me voy por las ramas o como se decía antiguamente, ‘se me va el santo al cielo’, cosa que me pasa casi siempre que me pongo a escribir el artículo. Lo segundo que hago cada mañana, antes de salir con la bici, es mirar por el otro lado de la casa, ver en qué dirección están orientados los molinos de la carretera Navales y terminar de decidir la ruta que voy a hacer para que el aire no moleste demasiado, y si tiene que darme de cara que sea a la ida y la vuelta hacerla más fácil, porque, otro dicho, ‘a bajar todos los santos ayudan’.

Así que decidido. Dirección a Aldeaseca, Pedrosillo, Galleguillos, Valdecarros, Larrodrigo y enlazar con la ruta que he estado haciendo estas últimas semanas. Pero desde el cruce de Gajates y hasta Valdecarros el aire me hizo cambiar de idea porque lo iba a tener de cara durante muchos kilómetros y me iba a dar una buena paliza. Además, y como se preveía en la salida a la terraza, el frío que hacía no lo había hecho ni en marzo. Buena cuenta de ello es que a mediados de junio había salido con equipación casi de invierno y os puedo asegurar que con el aire la sensación de frío era todavía mayor.  

Cambio de planes, por Pedraza hasta Alaraz y de allí, pasando por Santiago y Macotera, de vuelta a casa. Pero de nuevo en Alaraz decidí cambiar la ruta porque el aire estaba cambiando y me iba a dar de cara en ese recorrido que tenía previsto, así que media vuelta y ya iría decidiendo por dónde regresaba y así alargar el recorrido hasta las tres horas, puesto que suponía, y digo bien, suponía, que el aire me iba a dar de espalda o como mal menor, de lado. Salí de Alaraz y a los dos o tres kilómetros el viento se terminó de orientar y ya no había solución, de cara lo iba a tener prácticamente todo el recorrido de vuelta.

Solo le pude hacer un pequeño quiebro a Eolo y fue metiéndome por Pedraza hasta Gajates para enlazar con el recorrido que hice al salir. Además, no había pasado nunca en ese sentido, por lo que yo llamo el alto de Gajates (foto) y así había un aliciente, aunque he de reconocer que me defraudó porque por ese lado el alto es poco más que una cuestecita y no como cuando lo coges al revés, que tiene una rampa que hace crujir el cuadro de la bicicleta cuando tienes que meter fuerza de golpe.

Gajates es otro de los pueblos de esa zona de la comarca, como Valdecarros, en los que he dado gimnasia y de los que conozco a mucha gente que vive en Alba o que venía de fiesta los fines de semana hace años. ¡Qué tiempos! Vividos en otro giro de los que te da la vida sin esperarlo y al que me adapté, visto en la distancia, hasta demasiado bien, aunque con diez años de retraso, pues hice con 30 lo que debería haber hecho con 20. Pero las cosas vienen como vienen y punto. ¡Que me vuelvo a ir por los cerros de Úbeda!

Y ya no quedaba otra que ‘apretar el culo’, meter un desarrollo lo más cómodo posible y hasta Alba para ducharme y empezar la tarea, porque aunque era sábado había cosas de trabajo que tenía que hacer.

Y siguiendo con el tema trabajo, este va a ser un verano diferente porque por primera vez en 25 años no habrá piscina y por lo tanto tendré que hacerme a la situación. Reconozco que me está costando, pero, como siempre, me terminaré adaptando o más bien terminaré adaptando a mí la situación sobrevenida, que eso es lo que hago y lo que hay que hacer. Adaptarlas, intentar cambiarlas y nunca amoldarse a ellas, si puede ser, claro.

La alergia bien, gracias. El jueves al llegar de la media hora de carrera me dio un ataque de los buenos. Sudor, estornudos, tos, garganta… El lote completo. Lo dicho, las cosas vienen como vienen y no como uno quiere. Ese día había ido posponiendo hasta tarde la salida por el airón y resultó que ese iba a ser el menor de los problemas.

Y ayer lunes, ¡ay ayer!, hasta me entró flato (dolor en un lado del abdomen por falta de oxigeno) y tuve que parar un minuto para recuperar la respiración. Después pude acabar la hora que me tocaba sin más percances. A ver si pasan estas semanas.

Buena semana, amig@s.

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