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Conseguí llegar a Medina Sidonia

‘Lo que da de sí una tirada larga’

Juan Carlos Hernández | 15 septiembre, 2020

Tal y como tenía previsto, el martes bajé a nadar al mar. Las condiciones no eran las idóneas, tampoco es que fuera peligroso ni mucho menos porque hasta la bandera que pusieron después era verde, pero sí incómodo para nadar un buen rato, muy incómodo porque las olas venían de lado, o mejor dicho, olitas, muchas y seguidas. Hacía bastante levante, tanto que al nadar con el aire a favor la boya te iba pasando por encima y no te dejaba mover bien los brazos. Claro, que al nadar al contrario lo que te daba de frente era el oleaje, molestando constantemente. Así que unos cuantos tragos de agua salada pegué, pero pude hacer 50 minutos que podrían haber sido más, pero estaba deseando acabar por las molestias.

Ese mismo día llegaron a la playa de al lado, La Victoria, dos pateras y yo pensaba que si era incómodo para nadar por afición, no me puedo imaginar lo que tiene que suponer si sufren una avería y tienen que echarse al agua y la mayoría sin saber nadar, por mucho chaleco que lleven, si es que llevan, y ya no os digo si tuvieran que estar un tiempo largo en el agua, teniendo en cuenta que en mi caso salí con un poco de frío después de estar nadando porque la temperatura del agua había bajado. Es un engorro el bajar con el neopreno a la playa ahora que no hay duchas para limpiar la arena después de quitártelo, pero hay que írselo planteando si la temperatura del agua sigue bajando. 

Volviendo al tema de las pateras, ¡cómo tienen que estar en sus países para hacer un viaje así! Y después salir corriendo por la playa a esconderse para que no les cojan y buscarse la vida en un país extranjero y lejos de sus familias. Lo siento, pero no me entra en la cabeza que haya quien piense que tienen una vida buenísima aquí, aunque también es cierto que creo que la inmigración hay que regularla porque de lo contrario sería un caos.

El jueves, según la predicción meteorológica, el levante nos iba a dar una pequeña tregua. Había que aprovechar si quería intentar llegar a Medina Sidonia porque estas vacaciones van a ser ‘levanteras’. El  otro día me escribía Nieves Sánchez, que había leído un libro de Almudena Grandes que hablaba de Cadiz y se hacía un lío con el levante y el poniente. El levante viene del este, es seco y cuando sopla lo suele hacer con ganas y muchos días seguidos, fastidiando las vacaciones a quien le guste la playa porque no hay quien esté en ella con la arena golpeándote, y dificultando la vida normal en la ciudad porque como os digo suele ser fuerte y no hay quien esté en la calle, salvo que sea en el casco histórico, donde sus callejuelas estrechas y cortas no dejan entrar el aire.

Dice Ana que es lo que libra a Cádiz de ser un Marbella o un Benidorm, con todo el respeto para esos sitios, claro. Por su parte, el poniente es húmedo, viene del oeste y aunque a veces también sople fuerte, no llega a ser lo que el levante.

Lo dicho, había que aprovechar. En cuanto amaneció, rumbo a San Fernando, Puerto Real y hasta Medina. Lo de que no iba a hacer levante no fue del todo cierto, pero era más o menos llevadero y en la vuelta me ayudó. Hubo un rato que parecía que estabas cerca y el camino cogía otra dirección bordeando las colinas de la zona, pero al final hasta el destino llegué y media vuelta, que todavía quedaba el regreso y se podía hacer largo. 

Y tanto que se hizo porque en un tramo intermedio cogí otro sendero que ya conocía de otras veces y me encontré un barrizal que no pude esquivar porque hasta que estuve dentro no pareció lo que realmente era. Barro pegajoso que bloqueó las ruedas, el cambio, la cadena y  las calas de las zapatillas al andar y que tuve que quitar durante un buen rato con un palo y hasta con las manos para poder pedalear y terminar. Yo pensaba que de ese barro solo había en ‘Turra‘ y en ‘Los Valhondos‘.

En San Fernando, al lado de la Carraca, entré en un bar, ‘El Astillero‘, para que me hicieran el favor de rellenarme el bote, y 15 kilómetros más para terminar y directo a una gasolinera a lavar la bici y las zapatillas antes de llegar a casa porque cómo llegaría que en un semáforo me preguntó un motorista que de dónde venía así. 

Cinco horas y reto cumplido que recordaré sobre todo por el barro y eso que solo fueron 10 metros. Después del manguerazo y con menos barro encima, llamé a Ana y quedamos en una terraza para relajarme y tomar una cerveza fresquita.

El resto de la semana otra vez nado, que me vino muy bien para soltar piernas, carrera el sábado y de nuevo nado el domingo. El agua y el aire seguían igual de revueltos, pero me voy acostumbrando a nadar en esas condiciones. Anécdota, con esas olas la visibilidad es baja y el domingo me choqué con una chica que no llevaba boya ni gorro que se viera bien. Nos miramos con cara de sorpresa porque ya tiene que ser raro chocarte nadando en mar abierto, nos pedimos disculpas y a continuar.

Al final, como suele pasarme en vacaciones, estoy descansando, pero no de las actividades deportivas porque acabo haciendo el doble o más. Por cierto, otros años en estas fechas estaría preparando, como varios miles de corredores salmantinos, la media de la Diputación, pero en esta ocasión nos quedaremos con las ganas.

Buena semana, amig@s.

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