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Después de la tormenta llega la calma, si quieres…

‘Lo que da de sí una tirada larga’

Juan Carlos Hernández | 6 julio, 2021

El martes temprano pusimos rumbo para Cádiz. Pudimos coger unos merecidísimos días de descanso, que no desconexión porque ya es una batalla perdida y porque tampoco soy de los que lo necesitan del todo, con cambiar de aires y de rutinas me vale. Llegamos a comer y es lo que hicimos con mi suegra Concha y mi cuñado Pablo, que está recuperándose de una operación, en una terracita para comenzar bien la estancia. Casi 7 meses sin bajar, por normativa primero y por precaución después, hasta no estar completamente vacunados.

Hablando de la vacuna, en la segunda creo que se debieron equivocar y me metieron solo el suero porque no me enteré. Ninguna molestia, ni tan siquiera en el brazo, nada. Parecía que no me la hubieran puesto.

En el desbarajuste de programación deportiva que tengo estas últimas semanas, me hubiera tocado salir a correr, pero lo fui dejando y tanto que al final quedó para el día siguiente, así aprovechaba el frescor de la mañana por el paseo marítimo y también la sombra que a primeras horas del día dan los edificios en esa parte de la ciudad. 

Después de tanto tiempo iba hecho a la idea de que me iba a costar, que notaría muchísimo la humedad y así fue. Ni frescor, ni sombra, ni nada, desde el minuto uno boqueando para coger bien de aire y sudando ‘la gota gorda’, tanto que acabé como si viniera de nadar. A ritmo tranquilo aguanté una hora, por lo menos sin tener que parar a recuperar la respiración, bajando (ellos dicen subir aunque sea ir hacia el sur) por el paseo marítimo hasta la playa de Cortadura y el Ventorrillo el Chato y pasando al otro lado de la ciudad por el puente de la autovía para volver por la bahía con las vistas de la misma y del puente nuevo.

En la primera parte de Cortadura me crucé con Esther Córdoba, ejemplo de atleta y madre gaditana a la que sigo por Facebook desde hace unos meses. Imagino que ni me conoció y más teniendo en cuenta que ella iba ‘fresca como una lechuga’ y en mi caso con los goterones de sudor cayéndome por doquier. 

Por cierto, desde la última vez que pasé por ese recorrido han puesto más bancos y también alguna fuente para beber. Qué buena idea tanto para los paseantes como para los que practicamos deporte por el paseo marítimo. Ello, junto con el carril bici, la peatonalización de una parte y el ensanchamiento que hicieron en otras, ha cambiado el paseo a mejor, ideal para pasear o hacer deporte. Otra cosa opinarán los que aparcaban los coches en esas zonas.

El jueves quedé con algunos compañeros del Club Costa de la Luz de Cádiz para nadar en el mar y después jugar al vóley playa, aunque esto último no lo veía muy claro. 45 minutos con algún trago de agua por la pérdida de práctica después de casi un año. En compañía por primera vez en el mar, quedando a reagrupar cada dos o tres boyas y así hay que reconocer que se nada más seguro.  

Sobre el vóley, solo decir que para la próxima se rifan que no esté en su equipo salvo que sea para sacar, que no se me ha olvidado. Después, ya de noche, un tercer tiempo con cervecita y tapitas para confraternizar y ponerme al día en cosas del club como la copa del rey y de la reina de triatlón (septiembre, Roquetas de Mar, Almería) que están preparando y a donde irán con dos o tres equipos.

El sábado me apunté a la salida ciclista del club por la zona de San José del Valle, después de la vez de El Bosque parece mentira que me siga animando. Cuando vi los que llegaban me dije a mí mismo que quién me manda, pero ya no había solución. Por cierto, uno de ellos, César, al verme el maillot me contó que la familia por parte de su abuela era de Alba, qué casualidad.

La primera parte, bien, aunque siempre a rueda porque el ritmo que llevan es alto y yo la bici de carretera hacía meses que no la cogía. Llegó el ‘Puerto de Gáliz’, ¿cómo no iba a haber un puerto en la ruta? A mi ritmo quedándome un poco atrás, en algunos tramos un mucho, y más porque cada vez que cambiaba al plato pequeño se me salía la cadena, a tierra, alguna maldición entre dientes y de nuevo a pedalear. Es un puerto raro, con incorporaciones de carreteras y hasta con bajadas y todo, y en cada cruce nos reagrupábamos. Arriba, foto de rigor, largo descenso y desvío hasta la presa ‘Los hurones’, donde hicimos una parada y avituallamiento.

Al llegar de nuevo a la carretera le pregunté a Ricardo cómo era lo que quedaba y estoy seguro que me dijo que unos 30 kilómetros llanos. Les dije que yo iría ya a mi ritmo y que nos veíamos en la venta donde estaban los coches. Al cabo de un rato os puedo asegurar que pensé que me había equivocado porque llano, lo que se dice llano, no había más que el agua del pantano que se veía a la derecha. Toboganes, pero siempre tirando para arriba y con algunos buenos rampones para las pocas fuerzas que me iban quedando, pero por fin vi el pueblo y la venta. Un rato de charla y para Cádiz con la satisfacción de haber acabado, aunque siendo realistas, para este tipo de rutas hay que estar más preparado.                                                                       

Buena semana, amig@s.

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