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Bola Olaniyan: «Cuando me fui de Nigeria a Estados Unidos vi que allí podía ser lo que quería ser»

El jugador africano del Aquimisa Carbajosa repasa su trayectoria hasta llegar al equipo líder de la Liga EBA y único invicto hasta el momento. Tras entrenar únicamente por diversión en las calles de su ciudad natal, llegó a Estados Unidos, donde su vida cambió

Bola Olaniyan penetra a canasta durante el encuentro ante el Universidad de León
María Pedrosa | 18 febrero, 2020

Puentes y no muros, pasarelas y no barreras. Entre países las manos tienen que estar por delante de los puños y la tolerancia, por encima del odio. No hay mayor riqueza que conocer culturas, no hay mayor satisfacción que aceptar al diferente y no hay mejor deporte que el que une. Desde Nigeria, pasando por Estados Unidos y llegando a España, únicamente guiado por un balón, que une como hilo invisible a personas que deben encontrarse y, sobre todo, permite no olvidar.

Bola Olaniyan nació en Nigeria, un país que aunque sonado, siempre lleva cargado prejuicios carentes de información. Lo primero de todo, ¿qué no conocemos de tu país? «Nigeria es un lugar precioso, que tiene un tiempo increíble. Hay muchas empresas y negocios, que es la parte que no se suele ver y hablamos ‘broken english’, aunque también tenemos tres lenguas tradicionales más. Está claro que nuestra vida no es igual que en un país como España, no existen tantas oportunidades cuando eres joven. Está claro que somos un país pobre, pero luchamos por mejorar. Al final yo tuve que salir para poder ser un jugador de baloncesto profesional. Tuve que hacerlo y lo entendí, pero fue gracias a que fui a Estados Unidos que ahora soy jugador de baloncesto. Allí vi que podía ser lo que quería ser»,destaca el pívot del Aquimisa Carbajosa.

Todo comenzó en la calle, un sueño pequeño que poco a poco se fue haciendo cada vez más real: «Cuando era pequeño jugaba al fútbol, pero de repente empecé a crecer y todo el mundo me decía que tenía que jugar al baloncesto o por lo menos probarlo, ya que era muy alto. Realmente no me gustaba el baloncesto, toda mi familia jugaba al fútbol y yo solo había visto eso, pero todo el mundo me decía que si lo probaba me encantaría, así que le di esa oportunidad y no se equivocaron. Empecé muy tarde, con catorce años más o menos, y solo los fines de semana, que era cuando no tenía colegio, jugaba en la calle con mis amigos. En África no tienes esa oportunidad de seguir estudiando al mismo tiempo que juegas al baloncesto en un club o en un equipo competitivo, por eso decidí irme a Estados Unidos».

¿Qué era lo que cambiaba en Estados Unidos? «Allí tuve la oportunidad de estudiar, de tener una carrera al mismo tiempo que entrenaba y en definitiva comencé a jugar de verdad al baloncesto, hasta entonces solo había entrenado en la calle. De hecho, la primera vez que tuve un entrenador fue allí, en Estados Unidos, pero no era algo malo. En Nigeria si quería ir a entrenar, tenía que ir porque yo quería, no tenía la obligación de estar en un equipo. Por ejemplo, mi hermano jugaba al fútbol y mi padre, como también le gustaba, le acompañaba. Yo no tenía esa oportunidad, iba a jugar simplemente porque me gustaba e hice amigos. Iba al colegio durante la semana y cuando llegaba el fin de semana solo pensaba en ir a jugar al baloncesto», reconoce.

¿Fue  difícil tomar esa decisión? «Lo fue, aunque lo tuviera muy claro y cambió mi vida. No iba a ver a mi familia, ni a mis amigos y además no hablaba muy bien inglés. Iba a estar solo y eso iba a ser lo más difícil. Pero tomé la decisión y cuando llegué todo fue más fácil de lo que me esperaba, me sentí como en casa desde el primer momento. Encontré otra familia. Un día cualquiera una persona me vio en la calle y pensó que podía ser jugador de baloncesto, me facilitó acabar el instituto en Estados Unidos y continuar en la Universidad y gracias a ello hoy estoy aquí. Al final el baloncesto me ha ayudado a entender que si me esfuerzo en algo, puedo mejorar y llegar lejos. A partir de ahí, las oportunidades comenzaron a llegar y puedo decir que estoy feliz», sostiene.

Qué difícil es a veces dedicarse a lo que uno quiere. «Me siento afortunado. Desde el primer día que cogí un balón de baloncesto amo este deporte. Estoy haciendo algo que me encanta, algo que soñé y solo puedo sentirme afortunado de la oportunidad que me han dado de estar a día de hoy donde estoy, junto a los compañeros que tengo. De hecho estamos tan unidos que cuando cometemos un error, en mi caso no miro por mí, sino que me siento mal por el equipo, por esa oportunidad que he dejado de cara al partido en global, pero al final son ellos los primeros que no le dan importancia porque todos podemos cometer fallos y ahí es donde volvemos a estar unidos y gracias a ellos puedes reponerte rápido. Nadie está enfadado contigo, solo tú mismo», explica.

Has estado mucho tiempo fuera de casa, pero ¿supone volver a empezar de cero cuando llegas a una nueva ciudad? «Hay muchas diferencias, pero creo que he conseguido adaptarme a todos los entornos. Cada equipo, cada lugar en el que he estado me ha impresionado y ahora mismo puedo decir que me encanta España. El hecho de haber estado lejos de casa ya y vivir otras experiencias fuera de África hace que no me haya costado vivir aquí», responde.

¿Cómo es el primer mes? «Al principio es todo nuevo, pero todo pasa muy rápido. Conoces a tus compañeros, que pronto son amigos, entrenas, juegas, conoces la ciudad… Aprendes que a pesar de estar lejos de casa también puedes contar con personas que van a estar ahí para cuando las necesites. La esencia del baloncesto es eso, no puedes jugar solo y tienes que aprender a ser un equipo, a ayudar al de al lado y a ser ayudado. Es lo más bonito, hacer ese camino, el proceso de crear un verdadero equipo y lograr juntos los objetivos», asegura.

Y esos objetivos se están cumpliendo a pesar de ciertas dudas en partidos como contra Valladolid y Obradoiro: «Creo que sí, seguimos en el proceso, en ese camino. Que ahora estemos quizás en un momento menos bueno que antes no es algo malo porque al final así es el baloncesto, a veces las cosas no salen como tú esperas. El resto de equipos también son buenos, también quieren ganar y encima contra nosotros que vamos líderes. Solo tenemos que seguir creyendo como hasta ahora en nosotros mismos y en la unión que tenemos como equipo y con ello me refiero tanto a las jugadores como al cuerpo técnico, todos formamos parte de esta familia».

Cómo se afrontan estos momentos: «Al final somos profesionales y sabemos que tenemos la responsabilidad de dar todo lo que tengamos y más para hacer lo que se tiene que hacer y conseguir los objetivos marcados. Cuando estamos entrenando nadie piensa en otra cosa, cuando estamos en el vestuario todo el mundo está concentrado».

Aunque a veces es mejor no pensar… ¿Cómo ves el futuro? «Creo que el futuro es brillante porque nos encanta lo que hacemos y creemos en nuestro trabajo, siempre y cuando se mantenga nuestro nivel e intensidad. Simplemente lo veo así porque vivo el momento y estoy feliz y orgulloso con lo que hacemos. Si nosotros disfrutamos, la gente lo hará con nosotros y nos encanta estar en este momento con nuestra afición y eso es lo que importa. Trato de vivir el día a día y ser todo lo feliz que pueda, cuando tenga que tomar decisiones, valoraré, pero no puedo pensar en dónde voy a estar, por ejemplo, el año que viene, solo necesito estar concentrado en esta temporada, que al final es lo que me hace feliz», señala.

La leyenda del hilo rojo cuenta que hay personas que están destinadas a encontrarse en la vida, ¿por qué no empezar leyendas con historias como esta? Un balón une y también separa, pero nunca deja de vincular a todos los que pasan por él porque visibiliza objetivos, sueños y aunque enfrente, volverá siempre al banquillo para empezar de nuevo.

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