La situación sanitaria vuelve a complicarse con un nuevo aumento de casos de COVID-19, mientras que el CSD y el resto de estamentos oficiales continúan sin dar pautas claras sobre el regreso a las competiciones colectivas. Por eso, pese a que el Universidad de Salamanca ya sabe cuándo está fijado el inicio de la liga y los rivales a los que tendría que enfrentarse en su grupo de la Primera Femenina de Voleibol, afronta la próxima temporada con más incógnitas que certezas.

El conjunto charro, que espera pelear un curso más por la permanencia, debería comenzar el nuevo torneo el próximo 10 de octubre con una visita al Voleibol Astillero, mientras que lo finalizaría también lejos de casa el 27 de marzo contra el Universidad de Valladolid. En total, disputaría 22 jornadas.

Sin embargo, todo está en el aire al no haberse desarrollado un protocolo sanitario que fije qué medidas deben llevar a cabo los equipos participantes o qué ocurriría si una jugadora da positivo por coronavirus. Además, la Real Federación Española de Voleibol está inmersa en un proceso electoral.

Por si fuera poco, el Universidad de Salamanca debe hacer frente a otros problemas a los que son ajenos sus rivales. No en vano, al haberse retrasado el inicio del curso académico hasta prácticamente el mes de octubre dificultan la planificación de la pretemporada.

De hecho, actualmente el equipo charro sabe que dispone del pabellón Miguel de Unamuno, que pertenece a la USAL, pero siempre a expensas de cómo evolucione la pandemia. Además, como ocurre cada campaña, varias de las jugadoras han terminado su estancia en la ciudad, así que se llevará a cabo reestructuración de la plantilla para la que serían necesarias unas jornadas de captación difíciles de fijar por ahora.