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La San Silvestre bien vale un esfuerzo

‘Lo que da de sí una tirada larga’

Juan Carlos Hernández | 29 diciembre, 2020

No sé por dónde empezar el artículo porque esta semana sí que ha habido novedades. Desde el martes, de vacaciones y a desconectar del trabajo unos días. A coger fuerzas porque enero va a empezar fuerte y a ver cómo llega la chavalería de la escuela de atletismo después de diez meses sin actividad, ¡qué Dios me coja confesado! 

El viernes 25 nos bajamos para Cádiz a pasar unos días con la madre de Ana. Y como la situación es la que es, pues a guardar todas las medidas de seguridad posible. Ha sido un coñazo tener que estar en casa con la mascarilla puesta, pero si queríamos bajar era con todas las garantías posibles, así que a aguantarse.  

Nochebuena la pasamos en nuestra casa y vinieron mi madre y mi hermano Andrés, y antes de cenar se pasaron a vernos un rato mi otro hermano, Ángel, y mi cuñada Rosana, que habían subido también unos días de Almería. Ventanas abiertas, mascarilla salvo en la cena, distancia en la mesa y cada uno solo tocaba lo suyo. Pero todo fuera por poder vernos y estar juntos en casa por primera vez desde marzo. Tardaremos en olvidar estas cosas y espero que algún día lo podamos contar como una anécdota, lo de la cena y algunas otras cosas, digo, porque la situación general va más allá de la anécdota, por supuesto.

Y el sábado me estrené con algunos de los compañeros del club al que voy a pertenecer en Cádiz. Rutita de bici de carretera, saliendo desde la venta ‘el Algarrobo’, cerca de Puerto Real, en dirección primero hacia Jerez y después dirección Algeciras por carreteras y vías de servicio de la autovía hasta una venta que se llama ‘el Pedroso’, donde paramos a hacer un avituallamiento, y vuelta. Cuando pregunté cuántos kilómetros serían me dijeron que unos 45, así que para volver a coger la bici de carretera después de medio año no estaba mal, pero en realidad fueron casi 70, aunque he de decir que me encontré muy bien y además con la parada a medio camino se recuperaron fuerzas. Eso sí, costó un poco volver a ponerse en marcha con el estomago lleno.  

Vamos por partes. La distancia, perfecta. No pensé que me iba a encontrar tan bien, pero se ve que el trabajo que hacemos todas las semanas con la de montaña es bueno y la transferencia a la otra no requiere mucho, más que nada volver a coger, en un momento, el toque de los cambios y frenos y por supuesto la frecuencia de pedalada, que esa ya es cuestión de salidas porque es lo que más varía de una a la otra. Por la ruta que me llevaron era en gran parte con preferencia para ciclistas y en otra parte con poco o casi ningún tráfico, así que genial para salir y disfrutar de la bici.

Era un terreno relativamente llano, pero con dos o tres cuestas largas para entrar en calor, lo que falta hizo porque es la vez que más frío he pasado por allí con la bici. Cuando salimos había solo 6 grados y en mi caso llevaba equipación de entretiempo, que es la que tengo allí porque nunca he necesitado otra. Lo que más noté fueron los dedos de las manos debido a los guantes finos y a la velocidad que se coge. Pero después del avituallamiento ya fue otra cosa, subió un poco la temperatura y entramos en calor.

La compañía, muy buena. Antonio (por él y Evaristo conocí el club un día que coincidí con ellos con la bici de montaña), Irene, Juan (Winslow) y Rafa, qué serio que parece y después… Toda la ruta charlando y poniéndome al día, contándome anécdotas y pasándolo bien. ¡Qué acierto en inscribirme al club!     

Y ya no os digo con la parada a media ruta, a lo que no estamos acostumbrados nosotros, un desayuno pantagruélico. Cafetito, una tostada casera tamaño familiar y para untar tomate, aceite, mantequilla, paté, zurrapa de lomo y manteca ‘colorá’. Me recordó a la quedada de Miranda do Douro, Portugal, donde a mitad del recorrido te dan un avituallamiento que ya no sabes si seguir o quedarte allí tranquilamente. Como dice Ana, me estoy ‘gaditanizando’ a pasos agigantados.

Y el domingo tocaba transgredir las normas que me había autoimpuesto hace un par de semanas, y es que hacer la San Silvestre virtual era un buen motivo. Así que salí a correr bordeando Cádiz con una temperatura ideal porque hacía un poco de fresquito y así no sudé mucho. En realidad me pasé e hice más de lo que debería porque como estaba a gusto aproveché y disfruté, sobre todo porque leía en el WhatsApp que en Salamanca las temperaturas eran bajo cero y allí mis compañeros y amigos de carrera y bici habían también salido, unos a hacer la ‘Sansil’ y otros con la MTB por el monte.

Y para comenzar bien la semana, el lunes a hacer una sesión de yoga con Concha, mi suegra, de la que siempre aprendo cosas que después voy incorporando en mis sesiones de MFI (mantenimiento físico integral). El resto del día, a descansar porque además hacía un día desapacible y ventoso en el que no apetecía para nada salir de casa.

Buena semana, amig@s, y esperemos que un mejor 2021.

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