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Moisés Dueñas, el ave fénix del ciclismo bejarano

Quedó marcado tras su positivo en el Tour de Francia de 2008 y ahora moldea a las futuras estrellas de este deporte bajo su tutela

Moisés Dueñas sigue participando en carreras de bicicleta de montaña. En la imagen, antes de disputar la Titan Desert 2020
David Sánchez | 5 enero, 2021

Dicen que el primer amor nunca se olvida, incluso cuando es doloroso. En el caso de Moisés Dueñas (Béjar, 1981) su pasión, el ciclismo, le enseñó que el deporte, como la vida, tiene dos caras.

Béjar, una pequeña ciudad industrial al sur de Salamanca, ha sido cuna de grandes ciclistas como Roberto Heras (cuatro veces ganador de la Vuelta a España), Santi Blanco o Lale Cubino. Este último fue el pionero y el ‘culpable’ del auge del deporte de las dos ruedas en tierras textiles. Dueñas era uno de esos niños que vieron llegar a Cubino a su ciudad natal enfundado con el maillot amarillo en la Vuelta del año 88. “Todos le veíamos por la tele y nos picó el gusanillo. Le dije a mi padre que quería para mi comunión una bici de carretera para apuntarme a la Escuela de Ciclismo”, relata Moisés en este viaje al pasado. Con 12 años el bejarano debuta como deportista federado y recuerda “que no se me daba mal, mejor que el fútbol”, comenta entre risas, “según avanzaba en cadete y junior soñaba con estar en el Tour de Francia”.

Moisés se formó como ciclista en su tierra hasta la categoría sub-23 cuando, con la mediación del padre de Roberto Heras, recaló en el Cropusa de Burgos, el mejor equipo de la región. Heras, pero sobre todo Santi Blanco, aconsejaron los primeros años de quien se esperaba fuera la próxima figura bejarana.

El salto a profesionales llegó en el 2004. Fichó por el Relax-Fuenlabrada gracias a que Blanco formaba parte de sus filas. Su buen trabajo le granjeó la primera gran oportunidad: el equipo francés del Agritubel, donde cumplió su sueño de correr el Tour de Francia y completar la carrera. Unas semanas después, acabó en lo más alto del pódium del Tour del Porvenir del año 2006 (la carrera más importante de jóvenes promesas). “Eran diez días con equipos profesionales, en la sexta etapa cogí el amarillo y conseguimos controlar la carrera. A partir de ahí crecieron las expectativas”.

Aún continuaría un año más con la escuadra francesa antes de que el Barloworld, un conjunto mitad sudafricano y mitad británico, llamara a su puerta. Allí Dueñas coincidiría con un por entonces desconocido Chris Froome, al que así recuerda el corredor bejarano: “Un chico joven, muy educado, trabajaba para los compañeros y era un gregario de lujo, aunque apuntaba maneras de que podría ganar una ‘grande’”.

Punto de inflexión

El Tour de 2008 estaba marcado en rojo en su calendario. Esa edición tuvo un ganador español, Carlos Sastre. Pero Dueñas no tomó la salida en la undécima etapa. Horas antes, se había detectado EPO en su orina. Inmediatamente la Policía acudió al hotel del equipo para registrar la habitación del español, donde encontró en su maleta algunos productos prohibidos. “Fue el final de mi carrera, una pesadilla. Colaboré y conté la verdad. Me quedé sin trabajo mientras que otro siguió y sigue trabajando”. El dardo va dirigido a Jesús Losa, médico en aquel entonces del Barloworld y cuya actividad ha sido puesta bajo sospecha en varias ocasiones. Dueñas declaró a las autoridades galas que antes del inicio de la ronda francesa, el médico le había inyectado una sustancia que no sabía lo que era.

El ciclista bejarano reconoció los hechos. Además de rebajar su suspensión a sólo un año, el Consejo Superior de Deportes le prometió que, “si hablaba y ayudaba a acabar con el dopaje”, correría en el Xacobeo Galicia, equipo profesional de élite que contaba con financiación pública, tras cumplir la sanción. “Pero nunca pasó. Me engañaron, no cumplieron su promesa y tuve que volver a un equipo amateur”, confiesa con cierta tristeza. Lo que para muchos sería un paso atrás, para Moisés fue un renacer. “Me lo pasé de lujo los cuatro años en amateur y posteriormente fiché por el Burgos BH, de segunda categoría profesional, donde estuve hasta retirarme con 34 años”.

Pero aún quedaba otra cumbre por ascender. Otra promesa que cumplir. En 2015, la Escuela de Ciclismo Bejarana llevaba casi 13 años desaparecida y Dueñas decidió coger las riendas y darle vida otra vez. Volvía a casa, al lugar que le vio nacer. “Quería dar a otros lo que a mí me dieron. No había base, no había nada. Ahora cinco años después tenemos cada vez más chicos y chicas que quieren divertirse con este deporte. Pronto tendremos de nuevo un bejarano dentro de la serpiente multicolor”, aventura mientras una sonrisa se dibuja en su rostro.

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