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Cruce a nado la bahía de Cádiz

‘Lo que da de sí una tirada larga’

Juan Carlos Hernández | 7 septiembre, 2021

Y llegó el día. Lo primero había sido organizar todo la noche anterior, el neopreno, que al final utilicé y después me arrepentí, ya os contaré después, las gafas con el antivaho echado, el poncho nuevo para secarte y cambiarte en cualquier sitio (se lo habréis visto a los surfistas) y los tapones para los oídos.            

A las 10 de la mañana, rumbo a la zona de llegada en San Fernando, donde habíamos quedado para acercarnos en un solo vehículo hasta la salida, cerca de Torregorda. A mí que me digan por que este año no ha habido transporte en autobús con la excusa de la pandemia cuando hay transportes públicos funcionando. Que hubieran puesto un autobús más o que el mismo hubiera hecho dos viajes. Por lo menos se supone que el dinero que se han ahorrado de las inscripciones va a la fundación Vicente Ferrer.

Con Dani y Silvia para allá que fui y ellos, a decidir si usaban neopreno o no, al final no. En mi caso de antemano había decidido que lo usaría a pesar de las veces que me dijo Juan que no lo llevara, pero el frío con el que salí del mar el último día me pesaba más. Unas fotos de recuerdo y al agua en el primer grupo, los más lentos, que era el nuestro.  

Por cierto, Juan no iba a participar y en el último momento se animó a pesar de no estar físicamente en plenas facultades. Se dio la salida y al ritmo que nos marcaba él, que ya había participado en otras ediciones, empezamos. En mi caso, con un poco de ‘miedo’ por la distancia y si podría con ella, así que en todo momento guardando un poco y también porque una cosa es nadar en la playa, aunque sea en la línea de boyas, y otra nadar donde a veces no se veía la costa.          

Y así fuimos pasando las boyas que estaban cada 500 metros aprovechando para reagruparnos Miguel, Juan y yo, ya que Dani y Silvia se fueron hacia adelante porque su nivel realmente era para salir en el segundo grupo, más rápidos. Si nos descuidamos nos pasamos el primer avituallamiento, y es que estaba colocado un poco a desmano. Viendo lo que hacían los demás, hubo que aprender a coger el vaso que te daban y beber flotando en el agua. Un par de vasos bebidos, preguntarnos qué tal íbamos y de vuelta a la tarea.                        

Reconozco que no me fue fácil orientarme en el mar, iba fijándome en la boya de Juan, que era lo que seguía porque las señalizaciones de cada 500 metros con el oleaje no las veías durante bastante tiempo. Por cierto, muchos de los nadadores de ese primer grupo llevaban boya, otra cosa aprendida. A ritmo seguimos un rato más y en una de las boyas, al reagruparnos, nos percatamos de que Miguel no estaba. Dimos unas voces y esperamos a que pasaran los que venían detrás por si era alguno de ellos, solo se veían gorros verdes, pero no. Me dio por cantar lo de ¨dónde estará el probe Miguel, que hace mucho tiempo que no sale¨ y una chica de un kayak se puso a seguirme. Sacamos ratos de humor en cualquier ocasión.

No aparecía, así que nos pusimos de nuevo en marcha y poco a poco hasta el segundo avituallamiento, este bien colocado, e hicimos una parada un poco más larga en la que aproveché a beber y comer un par de gominolas energéticas con sabor a plátano que me dieron. Otro buen rato que pasamos cuando Juan dijo que él con ganas se tomaría una cerveza si pudiera y uno de los encargados del avituallamiento se la dio. Pues claro que se la tomó y hasta nos hicieron una foto.

Otra vez a nadar, pero ya enfilando la parte final de la prueba, aunque en realidad nos faltaban más de 2.000 metros todavía. Hubo un momento que perdí de vista la boya de Juan por las olas y ya me tuve que orientar por los kayaks que veía y parando de vez en cuando para mirar a lo lejos si iba bien. Al poco me cogió un grupo que venía detrás, con el que habíamos coincidido en el segundo avituallamiento, y con ellos seguí para no perder más tiempo orientándome porque con ellos iba uno de los guías. Un par de boyas más, un giro de 90 grados para afrontar los últimos 500 metros hasta la costa y ahí pusimos todos velocidad máxima, aunque con cuidado porque pasábamos cerca de los palos en los que amarran las embarcaciones y además había que hacer otro giro hacia el pantalán de salida del agua, donde nos esperaban para darnos la enhorabuena y ponernos una medalla conmemorativa después de algo más de dos horas de nado (salían unos 5.700 metros) más las paradas.

Llegó Miguel, desfondado, pero llegó. Nos tomamos unas cervezas para rehidratarnos comentando cómo nos había ido y un poco de pastel con el que nos obsequió Susi, conocida de Silvia y que iba en el grupo con el que acabé. Después, a por los coches al punto de salida y acerqué hasta Cádiz a David, del club Olimpo, el club ‘rival’ (en sentido amistoso, por supuesto).

Mi conclusión, como les dije a Pepi y Marisa cuando me preguntaron al día siguiente, disfrutada y sufrida a partes iguales. Hay que prepararla un poco más, descansar más los días anteriores y hacer caso a los que saben porque desde el segundo avituallamiento pasé calor y me agobió mucho el neopreno. Eso sí, prueba superada y otra a la saca.

Buena semana, amig@s.

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Una respuesta a “Cruce a nado la bahía de Cádiz”

  1. Tete dice:

    K valiente !!!!! ..bravo …..eso está bien ir siempre hacia adelante y llenando la maleta d nuevas experiencias

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