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Crónica de una despedida: el adiós de Bea Iglesias

La capitana del Salamanca FF jugó el domingo su último partido, fue expulsada y recibió la visita de su primer entrenador, Amable Fraile

Adrián A. García | 3 junio, 2021

El encuentro del domingo entre el Salamanca FF y el Samper fue el último de la carrera de Bea Iglesias. Como ya indicamos la semana pasada, la capitana colgaba las botas después de 21 años porque sentía que su etapa como futbolista tenía que acabar. Y ese partido, el último, estuvo envuelto por un halo de emotividad.

Los sentimientos estuvieron a flor de piel desde que el equipo saltó al campo. Algunas de las jugadoras no pudieron contener las lágrimas, pero la centrocampista tiró de aplomo y veteranía para gestionar sus emociones.

En su último servicio a la causa jugó tirada a la izquierda, perfilada hacia dentro para combinar con sus compañeras, su seña de identidad. Además, así generaba espacios para que Luci se incorporara al ataque desde el lateral. El partido comenzó sin grandes sobresaltos, con los dos equipos tratando de medirse. Nuestra protagonista estuvo en contacto con el balón y en alguna ocasión llegó a pisar área, aunque sin encontrar el espacio suficiente para el disparo.

Pero a veces el destino nos juega malas pasadas. En un ataque del Samper, Bea Iglesias acabó debajo de la portería y el disparo de la delantera golpeó en su mano cuando llevaba camino de gol. Una acción fortuita e inevitable que sobrecogió a todo el Vicente del Bosque. Y la colegiada levantó el brazo derecho con la tarjeta roja.

El silencio más absoluto del público dio paso a una atronadora ovación mientras todas las compañeras se acercaban a consolar a su capitana. La última y la que la acompañó varios metros, la más joven del once, Luna Ruano. Después, el camino en soledad hacia el túnel de vestuarios con el sonido de palmas de fondo.

Entonces, desde el banquillo salió a la carrera la figura de Gema Alonso, que dio la vuelta al campo para comprobar el estado anímico de su jugadora. La tristeza dio paso a la resignación y tras el descanso Bea Iglesias asomó por la puerta para ver la segunda parte de su equipo. Antes de que comenzara, el entrenador del Samper tuvo un momento para acercarse y hablar con ella.

Los segundos 45 minutos se hicieron muy largos en un partido visto para sentencia desde el 46. El letargo terminó con el pitido final, la tensión se evaporó y la emoción volvió a aflorar. Fotos, abrazos, risas, lágrimas y un equipo unido. Incluso hubo quien quiso darle un toque más alegre alabando la conversión de la centrocampista a portera.

El equipo hizo un pasillo y por él fueron desfilando los miembros del cuerpo técnico y las jugadoras que abandonaban el club. Cuando le llegó el turno a Bea, al final del camino estaba la persona con la que comenzó a andar en el mundo del fútbol, Amable Fraile, su primer entrenador en el Calasanz. Ambos se fundieron en un emotivo abrazo tras entregarle un ramo de flores y un balón. Después llegó de las manos de su padre Manuel un cuadro con su camiseta enmarcada y firmada por sus compañeras.

Amable Fraile, a la derecha de la imagen

La música que sonaba por la megafonía convirtió el acto en una fiesta de celebración y entre canción y canción, los acordeones añadieron el sonido de la nostalgia que aún estaba por venir. Instrumento en mano, Fraile rendía homenaje a una de sus pupilas preferidas. “¿Quién es?”, preguntaban. El primer educador deportivo de Bea y de muchos niños y niñas -220 aproximadamente- que recibieron sus lecciones en la tierra del Calasanz durante los 16 años en los que estuvo en el colegio, y es que su labor iba más allá de la de un entrenador. Balón y valores, un dos en uno dentro y fuera del vestuario.

La presencia de Amable Fraile sobre el Vicente del Bosque sirvió para que el círculo deportivo de Beatriz Iglesias tuviera su cierre perfecto. Los protagonistas, juntos de nuevo después de conocerse hace 21 años. El principio y el final del camino.

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